jueves, 25 de agosto de 2011

LA CASA Y EL CRUCIFIJO




Debo confesar, ante todo, que no me une a mi universidad un vínculo místico-mágico-religioso-vital. No, no tengo sentimientos de ¨cariño¨ hacia la Pucp o mi facultad. Para mi la experiencia universitaria fue, más que todo, funcional: ir, estudiar mucho, no jalar, practicar arduas horas, leer como endemoniado y terminar, malditasea terminar.


De repente veo por ello con algo de desapasionamiento la pugna entre el Arzobispado, representado por el Cardenal Cipriani, y las autoridades de la Pucp. Claro, el desapasionamiento no me vuelve insensible, sino que intento analizar las cosas sin sangre en el ojo ni el hígado en la mano.


Se bien que, a estas alturas, los que leen este blog ya deben haber revisado los comentarios de decenas de opinólogos y columnistas. Un 95% a favor de la Pucp (más bien en contra de Cipriani, para ser estrictos) y un 5% más reaccionario, como Aldo Mariategui o Ricardo Vásquez Kunze. Quiero decir que ya deben estar suficientemente embebidos como para tener una opinión formada y bastante conciencia sobre el tema, su conflicto y sus aristas.


Entonces, ¿Qué opinar cuando, francamente, me da igual?. Sí, igual. Me da lo mismo el resultado de esto.


Sustento: al fin y al cabo es mi opinión que esto noe s un tema moral ni de fe, sino económico y político. Sí, es evidente la intención de Cipriani de obtener reconocimiento, y por ende el poder sobre los beines de la Pucp. Mas esta ofensiva, entendida como la orden (no sugerencia) de acoplar sus estatutos a los eñalado por el Vaticano, no viene de Cipriani, sino de mucho más arriba. Eso hay que tenerlo muy claro.


Asimismo, es la Ley Peruana la que protege a la Universidad Peruana. Siendo así, aunque el vaticano le quite la categoría de Pontificia y Católica, eso produciría, a lo sumo, un cambio de nombre de la universidad, lo que no implica en ningun momento la disolución de la misma ni el tan temido traspaso de los bienes al Arzobispado. Es decir, aquí no va a pasar nada.


Ahora, dando un brinco hacia la tierra de la hipótesis: ¿y si prima la postura de Cipriani?. Estamos mediáticamente aterrorizados con esto. Que está amarrado políticamente, que es intolerante, que botaría a todos los profesores y alumnos homosexuales (que se cuiden también las ardilllas y los venados), que nadie podría usar minifalda ni andar vestido como pastrulo sin bañar 7 días. Dudo que todo ello pasase (no olvidemos que estamos en el terreno de lo teórico, donde es válido que las cosas puedan pasar o no pasar). Sí, dudo en razón a que la motivación principal es económica: mantener un alumnado masivo, como el que ya se tiene en la Pucp, es un ingreso permanente importante para los fines del Arzobispado, adicionalmente de las rentas que provienen de las propiedades de la Pucp. Creo, poeque es mi derecho el creer, que al final no pasaría nada que perjudicase el status quo actual.


¿Y cuál es ese status quo actual?: La Pucp es una máquina de dinero. Las últimas administraciones han recortado los derechos económicos de los alumnos, las pensiones son cada vez más prohibitivas, las ventajas menos, las areas verdes menos y, aunque es la mejor universidad el país, no está en ningun de los rankins internacionales comunmente aceptados sobre universidades y centros de estudios superiores. Hay universidades brasileñas, chilenas,argentinas, y mexicanas, pero ninguna peruana ni de cerca.


Esta historia seguirá su decurso natural y, al final, no pasará nada. Pero lo que sí puede y debe pasar es que la universidad debe mejorar y, sobre eso, los alumnos y exalumnos tienen muchísimo que decir y muchísimo más para hacer. No esperemos tener que enarbolar la bandera de una supuesta y falaz superioridad moral para reclamar por cosas que podrían pasar, en vez de luchar desde ahora por cosas que desde ya, vergonzosamente, pasan.