sábado, 28 de enero de 2012

Me borro

Como el blog murió de inanición, me borro.
Dejaremos el debate para alguna ocasión en que éste pueda ser sostenido por un periodo de tiempo más prolongado.
César

jueves, 29 de septiembre de 2011

Crisis for export: un producto del “primer mundo”



por Jorge J. Locane

Der Spiegel (El espejo) es el semanario de actualidad política más vendido en Alemania. Su formato es similar al de publicaciones locales como la Noticias o la Veintitrés. Como ocurre con estas últimas, una prosa laxa acompañada por abundantes imágenes y una cuota de sensacionalismo intentan seducir a un lector que busca información rápida pero con una reflexión más elaborada que la que ofrecen los noticieros o incluso los periódicos. En tanto revista de consumo masivo, resulta indudablemente de gran influencia en la formación de la opinión pública alemana.

La edición del último ocho de agosto lleva de portada una imagen de dos aviones, hechos con un billete de cincuenta euros y de un dólar respectivamente, prendidos fuego y en picada. El mensaje es prácticamente explícito: tanto el dólar como el euro hoy se encuentran debilitados como nunca antes en sus respectivas historias. Es más, su fin, parece, es inminente. Hasta aquí, cualquiera que revise los evaluadores económicos internacionales de los últimos años podría estar de acuerdo. Curioso resulta, sin embargo –al menos para un lector brasilero, argentino o peruano, por ejemplo–, el título que encabeza la página y que, por supuesto, orienta la lectura de la imagen: “Geht die WeltBankrott?”. Esto es: ¿cae el mundo en bancarrota?

La operación de universalizar interpretaciones de fenómenos europeos o estadounidenses, incluso por parte de analistas no propiamente europeos o estadounidenses, no es algo nuevo. La maniobra, consciente o no, tiene que ver con las históricas relaciones de colonialidad que mantenían a las zonas periféricas enlazadas al destino de las metrópolis. Por otra parte, puesto que en los territorios dependientes el nivel de “civilización” nunca podía ser igualado al de los centros de poder colonial, las “verdades” enunciadas en estos últimos pasaban a ser automáticamente aplicablesal resto del mundo;y esto, cabe aclarar, tanto para los exégetas europeos como para los vernáculos. En relación con estos últimos, ya escribía Arturo Jauretche en su momento que “La incapacidad para ver el mundo desde nosotros mismos ha sido sistemáticamente cultivada en nuestropaís”. Al margen de este coloniaje epistémico que, por cierto, aún hoy no ha sido del todo conjurado, lo que me interesa aquí es destacar cómo los diferentes medios que hacen a la red global de información procuran generalizar una crisis que no es más que la coda de un proyecto neoliberal vigente e incluso defendido con entusiasmo en los centros históricos de poder internacional.


La respuesta a la pregunta formulada por Der Spiegeles sencillamente no, pero no porque no exista tal crisis sino porque –como lo exhibe la imagen del euro y el dólar en picada, en tanto monedas exclusivas solo de algunos países– no es universal, no atañe estrictamente a “el mundo” sino antes a aquellas economías que siguen aferradas a un modelo de desarrollo fundado en la especulación y el libre comercio ortodoxo. Más aún, la crisis que afecta a estos bastiones del neoliberalismo es múltiple y profunda, de carencia de ideas e incluso, quizás, irreversible; mientras que los indicadores políticos –gobernabilidad, profundización de la democracia, legitimidad de los gobernantes, etc.– y económicos –desarrollo industrial, mejora de la distribución, crecimiento del PBI, etc.– especialmente en los países latinoamericanos no admiten más que lecturas esperanzadoras. Consideremos, pues, algunos aspectos en más detalle.

El debilitamiento de la economía estadounidense, su creciente falta de credibilidad, ha conducido a una devaluación del dólar que a su vez ha repercutido rápidamente sobre el euro llevándolo a una sutil depreciación en vistas de mantener el nivel de competitividad. Alemania, asumiendo el rol de economía más sólida de la zona euro, busca contener a cualquier precio esta tendencia porque un euro caro le sirve para pagar materias primas, servicios y mano de obra fuera de su territorio de influencia. La industria alemana, de tanto prestigio internacional, es en realidad una serie de procesos encadenados y sucesivos que, después de recorrer las zonas más pobres del planeta, concluye en Alemania cuando al producto final se le estampa la valorada denominación de origen “Made in Germany”. Queda claro, por lo tanto, que un euro empobrecido le crearía grandes dificultades para cancelar deudas en el extranjero y mantener el ciclo productivo en sano funcionamiento. Por el otro lado, los países más débiles de Europa, que hoy en día son prácticamente todos excepto Francia y Alemania, se hallan en la encrucijada de sostener una divisa no competitiva para países altamente endeudados y con escaso desarrollo industrial o abandonar el euro, retomar políticas proteccionistas y ganarse la enemistad del poderoso vecino teutón. Para estos últimos, la situación es muy similar a la experimentada por nuestro país durante el Plan de Convertibilidad: una moneda cara, no representativa de los niveles de desarrollo económico reales, genera necesariamente desempleo, desequilibrio en la balanza comercial y, finalmente, una cesantía en los pagos de deuda.

Ahora bien, este desbarajuste económico tiene, a su vez, una dimensión social que se expresa en un crecimiento de la brecha entre ricos y pobres y en la progresiva precarización de estos últimos –todo esto empeorado por los planes de ajustes estructurales– y una dimensión política manifestada en la pérdida de credibilidad en la clase política y, por extensión, en el sistema representativo de la democracia formal. El movimiento de los indignados españoles 15-M, así como los argentinos que padecimos el experimento neoliberal, salen a las calles no a reclamar reformas moderadas y puntuales que descompriman la tensión momentáneamente sino antes el retiro de todos los representantes políticos y una redefinición radical del orden político, social y económico. Manifestaciones similares, aunque a veces más disruptivas y menos orgánicas, como sucedió hace pocas semanas en Inglaterra, son convocadas a diario a lo largo de todo el continente.

En lo que respecta a Nuestra América –sin perder de vista, claro está, las diferencias internas–, tanto los indicadores económicos como los que arrojan luz sobre el actuar de la conducción política tienden a ser relativamente alentadores. Tendencia que, conviene recordar, comenzó a perfilarse en mayor o menor medida para la mayoría de nuestros países hace alrededor de diez años cuando se emprendió un abandono e incluso un rechazoregional a las soluciones neoliberales. Brasil es, sin duda, el gran “milagro” que deja perplejos a los economistas internacionales, pero también Argentina, Ecuador o incluso Perú–un país que hasta la reciente llegada al poder de Ollanta Humala siguió con distancia el actual proceso de fortalecimiento identitario y económico de América Latina– muestran grandes avances y números positivos en la mayoría de las áreas. La fórmula, como nuestra presidenta intentó hacerles entender en vano a los españoles en su visita a la península del año pasado, consiste en un programa de desarrollo sostenido acompañado indefectiblemente por un plan de redistribución. En otras palabras, Argentina no solo salió de la crisis a la que nos condujo el neoliberalismo sino que también logró posicionarse como un país confiable, tanto para sus ciudadanos como para los inversores internacionales, dinamizando la economía por medio de un aliento constante y ampliado del consumo, es decir, precisamente aquello que las medidas europeas y estadounidenses de “salvataje” proponen limitar.

Recordemos para concluir que la presente crisis que efectivamente recorre Europa y EEUU, y especialmente a sus sectores sociales vinculados a la especulación, no es estrictamente un fenómeno de hoy. Por el contrario, sus primeros síntomas preocupantes comenzaron a advertirse a mediados del 2008 con la llamada crisis financiera de EEUU y en seguida con el estallido de la “burbuja” inmobiliaria en España. Desde entonces, hemos asistido a una seguidilla de iniciativas políticas equívocas que lo que han conseguido es agravar el desconcierto, trasladar la crisis a otros países y acentuar el descontento popular. Sin duda, la inepcia de los tecnócratas de los países más industrializados repercute indirectamente en las economías periféricas, la globalización nos ha hermanado a todos especialmente en la desgracia, pero como ya lo comprobamos en el 2008, en la medida que nuestros dirigentes mediten con responsabilidad e implementen las políticas adecuadas, lo único que tenemos que temer es una moderación en los vertiginosos ritmos de crecimiento económico de los últimos años. Una razón que justifica este pronóstico, y que la prensa internacional busca maliciosamente ocultar, es el hecho de que las redes comerciales coloniales que mantenían a los países latinoamericanos atados a un intercambio unidireccional con la metrópoli y más tarde con EEUU, si bien no se han desvanecido del todo, se hallan en un profundo proceso de descomposición. Basta recordar, por ejemplo, que los dos principales compradores de productos argentinos son actualmente China y Brasil, y recién después EEUU. Asimismo, en la medida que los mecanismos de redistribución en nuestros países se mantengan firmes en pos de sociedades más justas, los mercados internos se verán fortificados y consecuentemente con mejores chances para afrontar los coletazos del dragón agónicoque eventualmente nos puedan alcanzar antes de su irremediable ocaso.

miércoles, 7 de septiembre de 2011

La política Aduviri

Hasta hace unos meses, las acciones del dirigente aimara Walter Aduviri fueron objeto de diversas noticias, controversias y muchísimas especulaciones. Básicamente, a mi entender, por dos (2) aspectos fundamentales:

a) El objeto de su protesta: Entre las muchas demandas que enarbolaba el citado dirigente podíamos encontrar las siguientes: (i) el cese de las concesiones mineras en la región; (ii) la cancelación de las concesiones petroleras; (iii) la detención de la obra de la hidroeléctrica de Inambari; (iv) la derogación del Decreto Supremo N° 083-2007-EM, que “da prerrogativa especial a empresas extranjeras en el caso del proyecto minero Santa Ana”; y (v) la (in)aplicación del Convenio N° 169 de la OIT.

b) El mecanismo utilizado para protestar: Con independencia del juicio que se pueda tener respecto del objeto de su protesta, el señor Aduviri recurrió a realizar manifestaciones, bloqueos en carreteras y marchas. En algunas de dichas actividades, algunas personas cometieron actos delictivos, tales como vandalismo contra locales del sector público y privado.

No es objeto de la presente nota, señalar mi posición sobre el objeto de la protesta (aunque ya tenga una al respecto), sino establecer un cuestionamiento al modo de formular reclamos en el país. Veamos por qué:

1. Los efectos de la protesta convocada por el señor Aduviri.-

Como es conocimiento de varios los “métodos” adoptados para realizar las protestas generaron, entre otros, los siguientes efectos:

a) Luego de cuarenta y cinco (45) días de paralización por las referidas marchas, se calcula que el departamento de Puno habría perdido un aproximado de US$ 117’000,000.00 (ciento diecisiete millones de Dólares de los Estados Unidos de América) (ver: http://elcomercio.pe/peru/832714/noticia-puno-perdio-mas-us117-mlls-paro-antiminero).

Creo que es evidente que esta es una cifra alta. Pero sigamos. Estos 117 millones de dólares “perdidos” no se refieren, solamente, a los ingresos de una empresa millonarísima. No señor. Son los ingresos de miles de pequeños comerciantes que a través de su trabajo, pueden generar un flujo de dinero suficiente que les permita vivir con tranquilidad (a ellos y a su familia, se entiende).

De estos 117 millones, la gran mayoría se refiere a ingresos que hubiese obtenido el sector turismo, infraestructura y aduanero.

¿Qué quiere decir todo esto? Que muchísimas personas (y sus familias) que no necesariamente estaban o están de acuerdo con la protesta del grupo comandado por el señor Aduviri han sufrido un daño tangible como consecuencia de la marcha realizada.

b) Daños en la infraestructura de la SUNAT de Puno, así como en diversos locales privados: Como recordaremos varios, algunas personas que participaron de una de las marchas, cometieron actos vandálicos que generaron daños en la infraestructura de los locales de diversas entidades públicas y privadas (por ejemplo, de acuerdo con el link puesto anteriormente, los daños al local de la SUNAT ascendieron a US$ 10.7 millones).

Nuevamente tenemos a un sector que, a pesar de no comulgar con las ideas del señor Aduviri, sufre un daño.

c) Bloqueos de carretera (http://elcomercio.pe/peru/774046/noticia-puno-retoma-su-paro-antiminero-bloqueando-via-hacia-desaguadero y http://elcomercio.pe/lima/775119/noticia-paro-antiminero-bloquean-carretera-interocenica-puno-madre-dios). Ahora, en este caso, resulta claro que esta acción equivale a una infracción flagrante al derecho de todos los peruanos a la libertad de tránsito (inciso 11 del artículo 2° de la Constitución). Sin embargo, ello además representa un daño para los comerciantes quienes no pueden realizar transacciones con personas que estén ubicadas en otra localidad (http://elcomercio.pe/peru/766032/noticia-exportadores-bolivianos-pediran-can-reparacion-paro-puno). Es decir, representa un gravísimo atentado contra la actividad que muchos peruanos realizan para su sustento (comercio).

d) Intento de toma de aeropuerto: Como se sabe este acto vandálico (http://elcomercio.pe/peru/808933/noticia-juliaca-manifestantes-ingresan-al-aeropuerto-inca-manco-capac) tuvo un saldo de cinco personas fallecidas. Una tragedia total.

De acuerdo con todo lo que hemos visto, esta protesta social generó un sinnúmero de efectos negativos. Muchos de ellos para personas que no participaron de la protesta y que, en muchos casos, tampoco comparten la posición que motiva la misma.

2. La regulación de las marchas en el país.-

En el Perú no tenemos una regulación específica respecto de las protestas sociales que puedan realizarse. Es más, unos tempranos proyectos de ley fueron ampliamente rechazados (ver: www.aprodeh.org.pe/criminilizacion/documentos/crimi.pdf) y no fueron emitidos, puesto que atentaban contra el derecho constitucional de reunión y de libertad de expresión

Siguiendo ello, y de acuerdo con la Sentencia del Tribunal Constitucional recaída en el expediente N° 4677-2004-PA/TC, se ordenó que en ningún caso el ejercicio del derecho de reunión puede ser sometido al requisito de autorización previa por parte de la autoridad administrativa, la cual solo podrá restringirlo o prohibirlo atendiendo a las concretas circunstancias de cada caso y solo por razones objetivas, suficientes y fundadas.

En este sentido, para efectos de hacer una marcha, sólo hay que solicitar una autorización a la Municipalidad competente y, en algunos casos, hacer el mismo pedido a la Prefectura.

Sin embargo, tal como es reconocido en la doctrina, a fin de ejercerse adecuadamente dicho derecho de reunión, el mismo tiene que realizarse pacíficamente y sin armas (cosa que, lamentablemente, no siempre sucede).

3. ¿Es adecuada esta modalidad de protestas?.-

Como hemos señalado en el punto 1 de la presente nota, los efectos negativos de una protesta social son numerosos. Y muchos de estos pesan directamente sobre personas que no apoyan el ejercicio de la misma. Sin embargo, en virtud de un mandato constitucional deben “soportarlos”.

No tengo nada en contra de ello, si es que fuesen marchas pacíficas que cumpliesen con respetar el Estado de Derecho o si no involucrasen la imposición por la fuerza (cierre de carreteras, “forzar” cierre de establecimientos no “alineados”, etecé). Pero ese no fue el caso respecto a las protestas en Puno.

A pesar de todo ello, son cada vez más numerosas este tipo de protestas.

¿Por qué? Porque reportan resultados para los interesados. El Estado “dialoga” con ellos a fin de que depongan la “medida de fuerza”.

Esto, como podrán adivinar, no me resulta coherente. Tenemos derecho a discrepar respecto a alguna medida e incluso a protestar contra ella. Pero debiéramos hacerlo según un procedimiento que permita “minimizar” los efectos negativos de la misma.

Iniciar un reclamo frente a la entidad estatal competente, interponer una demanda ante el Poder Judicial (solicitando una medida cautelar “fuera” de proceso); son sólo algunas de las medidas que se pueden adoptar para ello. No puede ser que la primera medida sea la “marcha”, la protesta y el bloqueo.

Ello, en un Estado mínimamente respetable, no debiera ser así. Estas movilizaciones que buscan la imposición de una postura, debieran ser la “última ratio” y siempre respetando la propiedad privada, así como la integridad de las personas.

Es por eso que considero que la mentalidad de la marcha como primera medida debe de cambiar. Sin embargo, no veo que ello sea así en el corto plazo.

Estamos en una época de miedos, los cuales quieren imponer medios para un fin; en contra de lo que el respeto a los demás nos dicta.

Una lástima.

PS: Con esto no quiero decir que el derecho constitucional de reunión y la protesta deben abolirse. No señor. Sólo quiero decir que, por lo visto, no se ejerce pacíficamente en el país y se utiliza para generar muchísimos daños a terceros. Es esto lo que debe cambiar.